sábado, 22 de agosto de 2020

ARTICULO-0001. Por una nueva oportunidad.


Ya se ha rescatado en otras oportunidades, cómo la teoría geográfica se divide en dos grandes corrientes; a saber, determinismo y posibilismo. Habiendo sentado las bases para la discusión, ya que el dilema del que hacer geográfico suele ir más allá de simplemente adoptar una corriente u otra, juguemos un poco a analizar el tema coronavirus, dejando espacio, por supuesto, para toda impresión u opinión suscitada en el intermedio. A ver, hablamos de un virus, un agente microscópico con la capacidad de asimilarse, adaptarse o mutar; dicho agente, bien pudiéramos decir, pudo ser tanto un producto determinista de la naturaleza no-humana, cómo también, un producto posibilista o de la acción antrópica (humana). Partiendo del principio filosófico de Pascal en el cual el hombre (ser humano) “es el punto intermedio entre la nada y el todo”, es posible captar cómo éste, sumergido en su propio ego, se olvida a sí mismo como ése algo “suspendido” entre las dos mayores incógnitas de su existencia: las complejidades de lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Si bien ya es debate común, el superfluo arte de anteponer la riqueza material a las leyes de un cosmos aún desconocido en su aspecto macro, es poco frecuente el percatarse de su ignorancia ante lo micro; es decir, en lugar de jugar a comprender la cadena infinita de contención que abarca el universo, poco se juega a comprender lo pequeño, de donde, tal cual David contra Goliat, de la noche a la mañana, y de un plumazo, un pequeño virus puede acabar con los miles de años de evolución de una especie. Hallar el porqué de un Covid-19, nos puede pasear por un amplio número de razones deterministas, tales como: que surgió como una forma para el planeta depurar el crimen ecológico que hacemos con él, o, simplemente, porque está establecido que lo micro ha sido creado para dominar a lo macro (Como lo ambientó H.G.Wells hace más de 120 años). Asimismo, en contraposición, surgirían razones posibilistas que varían desde un accidente tecnológico hasta un arma biológica, pasando por la cultura de mantener animales vivos para su venta y consumo. De cualquier modo, si lo analizamos más de cerca, las razones determinista y posibilista terminan, en este caso, mordiéndose la cola, tal cual el dilema del huevo y la gallina; sería válido decir tanto que el ser humano ha sido programado por la naturaleza para autoflagelarse, cómo que éste se hace así mismo capaz aprendiendo de sus propios artificios. De allí que la amplitud del discurso está en aceptar que la amenaza existe, y que debe ser considerada tanto como un flagelo como una oportunidad; sí, una oportunidad para superarnos a nosotros mismos como raza capaz de cohabitar, en un mismo planeta, con los mismos elementos con potencial para destruirnos. Es la oportunidad de entender, que no hay indicios de que alguien vaya a venir a salvarnos de nuestro destino, y de que se trata a fin de cuentas de escribir una nueva historia, una de verdad justa. Es la oportunidad de entender que el cosmos no sabe de fronteras, razones políticas o acciones en la bolsa; es el momento de crear protocolos que nos ayuden, no a perpetuarnos, ni a hacer de nosotros seres superiores, no, se trata de estándares morales que nos ayuden a comprender que somos parte de un todo y de que sólo juntos podremos lograrlo.

César Camacho Díaz

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